La mañana de aquél jueves, Ally se sintió muy extraña al despertar.
Era una sensación de abandono propio del alma y de la esencia de la misma…como si algo le faltara.
Desde cosas tan simples como sentir que su cama era extraña, hasta el aire que respiraba, eran diferentes.
La noche anterior, Ally había caminado sin cesar las frías calles londinenses para regresar a casa después de haberse visto con su novio. Ally estudiaba música y como ocurre casi siempre, vivía un idilio junto a un músico de orquesta…un flautista llamado Greg.
Habían disfrutado de un concierto en el Royal Albert Hall y luego pasearon juntos por las calles frías…como una rutina siempre novedosa: así son los idilios.
Llegó a casa cansada, agotada y se quedó profundamente dormida.
La vida londinense, como la de las grandes ciudades del mundo, era llena de actividades, el tiempo era limitado, había mucha congestión y ruido, la gente vivía en un afán constante. Pero Ally sabía manejar su propio espacio, apreciaba todas estas cosas y el ruido, a veces odiado por los músicos, era su propia música en la calle, que ya de tanto escucharla ni le prestaba atención, (además de la que constantemente tenía en su cabeza).
Era una mujer de unos 20 años, auténtica, independiente, responsable y constantemente preocupada por alcanzar la perfección, encontrar lo ideal y hacer que el mundo propio de cada uno de los que la rodeaban fuera perfecto…no se daba por vencida nunca y amaba los grandes retos. Era una mujer muy fácil de entender: sencillamente, no le gustaba tener delante de sí lo que no podía alcanzar.
De las cosas que Ally no podía concebir en su cabeza era la existencia de una vida sin el amor de Greg y sin la música…su complemento ideal a su vida y a su pequeño mundito, parecido al Asteroide B-612 del Principito, eran el amor y la música.
Aquel jueves sí que era extraño.
Ally se levantó como todos los días, siguió su rutina de baño, café y cigarrillos, tomó su abrigo y salió a la calle.
No encontró una ciudad normal…todo era estático, inerte, silencioso…nada era lo cotidiano.
“ Me morí…esto es una pesadilla…Greg…esto realmente sí existe? Qué ocurre que nada se oye igual ni luce como siempre?” pensó desesperadamente mientras seguía inmóvil en el pórtico de su casa.
Decidió caminar para llegar a la universidad, pero antes pasaría por la casa de Greg – como todas las mañanas – a llevarle su café y continuar juntos su camino.
Londres lucía más frío de lo normal, y pronto Ally descubrió que lo que tanto estorbaba a veces, el ruido, estaba completamente ausente, que ese mundo tipo Asteroide B-612 en el que vivía, había desaparecido por completo. No había ruido, no había sonido, no existía Greg, cada persona parecía congelada en el tiempo, en el espacio y con una palidez inexplicable; hablaban sin tono alguno, llanamente, inerte.
El sonido, el ruido habían desaparecido por completo…la música también y con ella los recuerdos de la humanidad…los suyos también.
El temor de vivir sin estas cosas había pasado de ser un supuesto a ser una cosa completamente real…ahora debía concebir un mundo, una vida sin música, sin ruido, sin sonido, inerte, sin recuerdos; para empezar a construir uno nuevo donde pudiera rescatar algo mínimo de su esencia y de lo que en algún momento fue o pudo haber sido.
Fue duro, casi imposible de asimilar.
Ahora tratar con los demás era tedioso, las conversaciones carecían de emoción.
La gente poco a poco fue perdiendo su identidad, ya no existía aquella forma sutil de decir las cosas con una canción, ya recordar situaciones como el primer amor, la emoción sentida tras un momento, el temor y la felicidad habían desaparecido por completo. Se había ido y parecía para siempre!
La ciudad se quedó quieta. El ruido de los carros, los buses y el metro habían muerto al igual que el de las sirenas. No se escuchaban los pasos de la gente caminando afanosamente por las calles.
Si anteriormente se veían guitarristas, cantantes, saxofonistas y demás músicos sentados cerca del London Eye, ahora solo había personas sentadas con caras inexpresivas tratando de rescatar desesperadamente, de algún lado, lo poco de música que podía quedar; algunos se daban por vencidos y allí mismo vivían su propia muerte.
Desaparecieron las orquestas y los grupos…Hasta las partituras se borraron por completo, parecían un silencio constante lleno de fermatas...eran compases en blanco!
El Támesis se llenó de instrumentos, atriles, hojas, batutas, discos …la gente poco a poco se fue dejando vencer por el tedio de una vida sin sonido y sin música que decidió echarlo todo al río y hacer su funeral.
Una rostro visto en un instante, desaparecía de inmediato…nadie recordaba y poco a poco todos se desesperaron, se empezaron a volver cada vez más blancos, más pálidos y transparentes, como si estuvieran desapareciendo.
Ally se fue desesperando aun más. No sabía que hacer, escarbaba en su mente, trataba de hallar en ella la sonrisa de Greg, escucharlo tocar, hacía un esfuerzo sobrehumano por recordar la primera canción que aprendió, las voces de los más allegados, el sonido del tren y de los pasos de la gente, el palpitar de su corazón cuando se emocionaba….pero no encontraba nada! Se dejó dominar por ese caos continuo que la rodeaba y poco a poco se fue sumiendo en una tristeza profunda, en un pozo sin salida. Lloró y lloró como si en sus lágrimas encontrara el consuelo o como si ellas mismas le fueran a devolver su música, su apreciada música que tantas veces dejó de valorar y apreciar…que tantas veces le había hecho sentir que estaba vencida o que era toda una triunfadora…que tantas veces le había mostrado que sí existía un Asteroide B-612 donde había permiso para lo imposible y donde existía su idilio musical junto a Greg.
De pronto, Ally sintió un ruido.
Parecían campanazos, era algo que no podía recordar bien.
Sitió calor y cada vez ese ruido aun desconocido cobraba más y más fuerza.
Era el teléfono de su casa. Despertó aun obnubilada.
“ Mi muñeca…Recuerda que hoy es el gran día. Te espero!” Era Greg.
Ally comprendió que aquel caos vivido había sido solo un sueño.